Por Nelson Riquelme Pereira
La gente se empeña en ser feliz. Invierte parte importante de su vida, su tiempo y sus esperanzas en la búsqueda frenética de lo que le hará feliz. Sin embargo, para muchos esa búsqueda es infructuosa, larga, tediosa; más llena de sinsabores, alegrías pasajeras y afanes improductivos que de verdadera y significativa sensación de plenitud.
Otras personas sueñan dormidas y/o despiertas en momentos y circunstancias que le producirían felicidad; crean mundos ilusorios en los cuales fulguran como protagonistas exclusivos de aventuras empalagosamente felices; alucinantemente se entregan a la creación mental de utopías de felicidad. No obstante, tarde o temprano despiertan de todos sus sueños y se percatan que la realidad, su diaria e irrenunciable realidad, les depara insatisfacciones y pesares.
La felicidad que se busca nos elude; la que se compra se nos acaba; la que se pide prestada se adeuda con sus respectivos intereses. La felicidad nos desorienta porque no está en la dirección indicada en el mapa que nos dieron. Nos asusta porque encontramos vacío el edificio que nos dijeron que habitaba. Se mudo de calle, de barrio o de ciudad. ¿Dónde está nos preguntamos? ¿Dónde la busco? ¿Quién la tiene? ¿Quién la conoce?
La felicidad cuando se busca en las cosas, en las circunstancias, en simples y pasajeros momentos, en otras personas y lo que nos pueden dar corre el riesgo de perderse, de diluirse, de no lograr contacto con nuestro ser interior. Y la razón es que la felicidad está dentro de nosotros y depende de la perspectiva con la que miramos y evaluamos los acontecimientos que nos ocurren. Si miramos bien, la realidad exterior y nuestro contacto con ella adquiere dimensiones emocionales porque somos las personas las que las evaluamos emotivamente.
Imagínese una cena en un lugar acogedor con otra persona. Este acontecimiento por sí mismo no produce felicidad. Es lo que usted comparta con esa persona, la forma en que evalúe el acontecimiento, la entrega y el disfrute de la actividad lo que le permitirá considerar la ocasión como feliz o infeliz; en todo caso, lo agradable de la velada depende en un 50% de lo que usted haga. De igual forma, realizar una actividad con sus hijos puede convertirse en una tarea agobiante o un momento de relajación y disfrute dependiendo de la consideración que le dé a estar un tiempo con ellos.

Mosaico, suplemento del Diario La Prensa. No 27. Año 1. ¿Dónde está la felicidad? Pág. 12. Domingo, 21 de julio de 2002.