domingo, 6 de noviembre de 2011

Educación con ternura: siete principios de la disciplina efectiva

NELSON RIQUELME PEREIRA*

2011-05-14 En una ocasión, los padres de Pedro Antonio, de dos años, me preguntaron cuándo debían iniciar la enseñanza de la disciplina a su hijo. Les conteste que ya tenían dos años de atraso en su formación disciplinaria. Me miraron consternados. Procedí a explicarles las ventajas de la disciplina temprana y el papel que juega esta en el establecimiento de ciertas rutinas en el desarrollo integral del niño (rutina en la alimentación, el sueño, etc).

Les explique que la disciplina es un proceso educativo por medio del cual se le enseñan valores y actitudes al niño para que eventualmente sea capaz de dirigir su conducta. La disciplina orienta al niño y su propósito no es el control o la obediencia incondicional, es facilitarle el desarrollo de destrezas de conducta para que logre autocontrol y autodisciplina, particularmente en los momentos en que no estamos presentes.

A continuación, les expliqué algunos de los principios fundamentales para el desarrollo de un plan de disciplina para Pedro Antonio:

Entender los objetivos de conducta del niño, sus emociones y los sentimientos que genera en sus padres. Un niño puede llorar por diferentes motivos. Llora para llamar la atención y ser atendido, llora cuando quiere hacer algo que no le es permitido, llora cuando desea compartir su malestar con sus padres y llora cuando se siente incapaz de hacer algo. Consecuentemente, los padres suelen sentirse abrumados, retados, heridos y desesperados. Cada motivo de conducta (llamar a atención, problema con el poder, conducta pasivo—agresiva, demostración de incapacidad) requiere un tratamiento distinto. Por ejemplo: ignoramos selectivamente la conducta dirigida a llamar la atención. 

Ser tanto firmes como amables. La disciplina efectiva se basa en la firmeza del procedimiento que debe ser consistente, de manera que una conducta inaceptable será siempre evaluada como tal. El niño aprende a qué atenerse, porque sus conductas siempre derivan en la misma consecuencia. Y hacerlo con amabilidad y respeto al niño implica que si se es firme se puede evitar disciplinar con gritos, chantajes, coacciones, castigos y golpes. Además, si usted exige respeto consecuentemente debe demostrar respeto al niño y a sus emociones.

Evitar ser un ‘buen’ padre; es decir, evitar ser un padre complaciente que disciplina caprichosamente, de manera inconsistente o de acuerdo a lo que siente en el momento. Permita que el niño experimente algunas consecuencias de su conducta para que aprenda a asumir responsabilidad por sus propios actos. La disciplina inconsistente genera que el niño esté más atento a la reacción de sus padres que a su propia conducta y a los resultados de sus actos.

Alentar la independencia. Evite hacer por ellos lo que pueden hacer por sí mismos. Los niños mimados y los niños consentidos suelen ser muy dependientes, extremadamente apegados, muy exigentes, limitan la libertad de sus padres y requieren mucha supervisión y ayuda. No sienta lástima por sus hijos, antes bien ayúdelos a desarrollar autonomía, enséñeles a resolver problemas propios de su edad y gradualmente a tomar sus propias decisiones.

Evitar preocuparse por lo que otros piensan. Concéntrese en los valores y actitudes que son importantes para su familia y eduque a sus hijos en conformidad con tales principios sin prestar mucha atención a las opiniones de los demás. Las opiniones de otros personas si riñen con los principios, valores y actitudes que enseñamos a nuestros hijos puede estorban en vez de aportar algo.

Hablar menos, actuar más. Los niños se aprenden el repertorio de regaños de sus padres y , usualmente, obedecen cuando la consecuencia es evidente. De manera que las palabras que no se siguen de acciones no provocan obediencia, por ello, es necesario que los padres limiten sus intervenciones verbales y recurran más a las acciones. Los actos disciplinarios deben atenderse con prontitud y conversados después.

No rendirse. El proceso de enseñanza de la disciplina es arduo, escabroso y a veces lento, requiere de todo el apoyo de la familia, la unificación de criterios entre los padres y mucha consistencia, decisión y habilidad para conjugar los objetivos de la vida familiar con los requerimientos disciplinarios de los niños, por lo que no se vale rendirse. Además, el niño puede que no use todos los principios disciplinarios que usted ha tratado de inculcarle mientras esté en su círculo familiar, pero cuando los necesite por razones adaptativas, si usted se los enseñó allí estarán para ayudarle.

Estos son algunos de los principios que se aplican para desarrollar un programa de disciplina en los niños y si se siguen rigurosamente se cosecharán los frutos a mediado plazo, convirtiendo a su niños en modelo de comportamiento con autonomía, libertad y responsabilidad.

*Tomado del libro ‘Educación con ternura’.
*PSICÓLOGO. 
 Aparecido en el diario La Estrella de Panamá, sábado 14 de mayo de 2011

domingo, 9 de octubre de 2011

¿A qué edad se debe enseñar disciplina a los hijos?


Lic. Nelson Riquelme Pereira
Mgter en Orientación en Salud Mental

¿A qué edad debo comenzar a enseñarle disciplina a Gabrielito?  Me preguntó Paola.  ¿Qué edad tiene Gabrielito?, pregunte.  Me contestó que tenía dos y medio años, al punto le indiqué que tenía dos años y medio de atraso en su educación disciplinaria.

Milagros Victoria
La disciplina, en tanto educación para la vida, debe comenzar desde muy temprano en la vida del niño o niña.  Incluso antes del nacimiento los padres pueden ir elaborando, entre sus sueños e ilusiones, los criterios disciplinarios que desean aplicar.  Pueden comenzar reflexionando acerca de la educación disciplinaria que ellos mismos recibieron de sus padres y extrayendo de esta experiencia algunas ideas que puedan ser de utilidad.

Hay varias ventajas en establecer criterios disciplinarios desde temprano, entre otras:
·         El niño percibe las reglas y principios como parte de su vida cotidiana.
·         No hay momentos difíciles o traumáticos puesto que no hay transición desde una situación de indisciplina a una de disciplina.
·         Se estable un adecuado nivel de comunicación, pues la disciplina está basada en la palabra y su significado.
·         Al interiorizarse esta disciplina se logra que funcione aún en ausencia de los padres.
·         El niño asume de manera creciente control sobre sus comportamientos y la satisfacción de sus necesidades, en un clima de seguridad y libertad.
·         Se ejerce el derecho del niño de tener límites y de que el ambiente o entorno familiar se ajuste a ellos.

Sin embargo, cuando no sea posible comenzar desde el nacimiento, se puede comenzar en cualquier momento.  Esto requerirá hacer algunos ajustes en la aplicación del programa, prepararse pacientemente para comenzar y analizar la situación presente para reconocer luego los cambios.  Incluso, con mucha paciencia, se puede comenzar hasta en la adolescencia.  En todo caso, es una responsabilidad y un compromiso de los padres y adultos responsables establecer la disciplina de los niños y niñas.

Lo que no debe ocurrir bajo ninguna circunstancia es dejar de enseñarles criterios disciplinarios a los niños y niñas.  De hecho, los niños tienen derecho a recibir educación disciplinaria pues su carencia puede acarrearles problemas de interacción social, puede impedirles desarrollar objetivos personal y socialmente aceptables.  Un niño carente de disciplina tendrá dificultades con los otros niños en la escuela o la comunidad, tendrá dificultades para tener amigos, puede sentirse rechazado por los demás, su estima personal puede verse afectada y recibir muchas notas disciplinarias de sus maestros, incluso puede verse envuelto en conflictos con la ley.  Esto puede llevar al niño a un ciclo en el cual sienta que sólo es importante cuando logra hacer sentir a los demás tan mal como él se siente y a problemas cada vez mayores.

En conclusión, entre más temprano comienza más temprano cosechará los frutos de tener un hijo centrado, con autocontrol, feliz, sin los problemas y tensiones que la falta de disciplina impone en el clima familiar.

martes, 16 de agosto de 2011

Como ayudar a las personas


Nelson Riquelme Pereira
Mgter. Orientación en Salud Mental
rikelmeinfo@yahoo.com

“Tengo un amigo, Esteban, que tiene muchos problemas”, me dijo la señora Claudia, lágrimas corriendo por sus mejillas, “y yo, yo no sé cómo ayudarle - continuo- porque sus dificultades son muy grandes.  Él confía en que puedo ayudarle, no quiero defraudarle, pero realmente no se qué hacer, no quiere hablar con nadie más, no confía en ninguna otra persona, dígame ¿qué puedo hacer?”

Pensando en el predicamento de Claudia decidí mostrarle algunos criterios mínimos que han de tomarse en cuenta cuando uno realmente quiere ayudar a una persona.  Son sencillas formulas de comunicación interpersonal que le permitirán a doña Claudia conocer los problemas de su amigo Esteban y orientarlo en caso de que  necesite ayuda profesional.

Escuche atentamente: Las personas que tienen dificultades suelen agravar su situación si les falta alguien para compartir sus penas, sus emociones y sus pensamientos.  Cuando las personas comparten sus problemas se desahogan, esto los tranquiliza, permitiéndoles pensar mejor y, como resultado, eventualmente, encuentran alternativas o respuestas para enfrentar la situación.  En principio escuche todo lo que Esteban tenga que decir, con cuidado y prestando atención a los detalles.

Cree un ambiente propicio para el desahogo, libre de distracciones, cálido, con suficiente intimidad y decida escuchar sin interrumpir con preguntas necias y sin aventurarse a ofrecer soluciones inmediatas.  Use gestos y palabras que le den a entender a Esteban que usted le está prestando atención.  Mírelo mientras habla, muéstrele que le está escuchando evitando hacer juicios de valor, anticipar a lo que trata de decir, hacer comparaciones, ofrecer consejos a priori o eliminar ciertas informaciones.

Comprenda los problemas bien: Procure tener una clara idea de cuál es el problema que aqueja a la Esteban, luego de escuchar con atención pregúntele acerca de sus sentimientos, cómo se explica estar en la situación en que está, qué ha hecho al respecto y cuáles son sus opciones.  Ayúdele a reformular sus dificultades de manera fría y objetiva, ayúdele a tomar conciencia de cuales emociones están involucradas en la situación, del papel que estas juegan en el conflicto y de las razones o emociones que le impiden llegar a soluciones.

Dígale que la solución generalmente toma tiempo.  Es iluso esperar que un problema que se forma en un periodo de tiempo se solucione instantáneamente.  Ayude a Esteban a dimensionar el problema, a decidir cuál será el primer paso y de allí como continuará, a ver con qué recursos personales y sociales cuenta y qué personas pueden asistirle.  Anímele a tener paciencia, a tolerar la frustración y a ver el problema en perspectiva.

Ofrezca esperanzas: Las personas que tienen problemas, como suelen tener una visión negativa o fatalista de la vida, necesitan que quien les escucha les ofrezca esperanzas y que les indique que las cosas pueden mejorar si se empeña decididamente en realizar cambios en su vida.  Pero, esté atento a no dar la impresión de que subestima o menosprecia en problema de esta persona o su capacidad de razonar.  No use frases como: “... eso no es nada”, “tú te preocupas por esa pend...”, “eso no es problema, problema es el que yo tengo”..., etc.  Ante todo, asegúrele a Esteban que usted confía en que con esfuerzo, dedicación, motivación y una actitud positiva puede salir fortalecido de esta situación y prepararse mejor para las cosas por venir.

Muéstreles como enfrentar los problemas de forma creativa.  Revise con Esteban otros problemas que haya resuelto, analicen cómo llegó a esa solución y porqué está situación es diferente.  Procure que vea el problema desde diferente ángulo o perspectiva, piense creativamente qué cosas puede sustituir lo que causa el problema, con qué le se puede combinar, adaptar o modificar, cómo cambiar uno o varios elementos del problema o en las actitudes de la persona o las personas implicadas.  Recuerde que a veces para cambiar la realidad y sus circunstancias una persona tiene que comenzar por cambiarse a sí mismo.

En síntesis, la mejor forma de ayudar a Esteban a resolver sus problemas es orientarle a afrontar la situación de manera que pueda manejar decidida, honesta, valiente y creativamente las dificultades a las cuales se enfrenta, mientras fortalece sus destrezas personales, generando una actitud proactiva y una visión optimista de la vida..Recuerde siempre que usted no puede resolver los problemas por Esteben, que él tiene que hacer uso de sus recursos personales a fin el encontrar las soluciones más afectivas.

Si estos criterios no funcionan o lo hacen muy lentamente, si Esteban está muy afectado por la situación, si sus recursos personales son muy limitados y por el bienestar de su amigo oriéntelo para que procure asistencia psicológica.  Los psicólogos están capacitados para atender las dificultades emocionales, conductuales y los problemas existenciales de las personas con gran sentido asistencial y ético, procurando la conveniencia, seguridad y el desarrollo integral de quienes buscan sus servicios.

Como ayudar a las personas. La Estrella de Panamá, Lunes 28 de marzo de 2011.

lunes, 4 de julio de 2011

Cómo ayudar a las personas

 
NELSON RIQUELME P.*
 
‘ Tengo un amigo, Esteban, que tiene muchos problemas’, me dijo la señora Claudia, lágrimas corriendo por sus mejillas, ‘y yo, yo no sé cómo ayudarle —continuo— porque sus dificultades son muy grandes. Él confía en que puedo ayudarle, no quiero defraudarle, pero realmente no se qué hacer, no quiere hablar con nadie más, no confía en ninguna otra persona, dígame ¿qué puedo hacer?’. Pensando en el predicamento de Claudia, decidí mostrarle algunos criterios mínimos que han de tomarse en cuenta cuando uno realmente quiere ayudar a una persona. Son sencillas fórmulas de comunicación interpersonal que le permitirán a doña Claudia conocer los problemas de su amigo Esteban y orientarlo en caso de que necesite ayuda profesional.

scuche atentamente: Las personas que tienen dificultades suelen agravar su situación si les falta alguien para compartir sus penas, sus emociones y sus pensamientos. Cuando las personas comparten sus problemas se desahogan, esto los tranquiliza, permitiéndoles pensar mejor y, como resultado, eventualmente, encuentran alternativas o respuestas para enfrentar la situación. En principio escuche todo lo que Esteban tenga que decir, con cuidado y prestando atención a los detalles. Cree un ambiente propicio para el desahogo, libre de distracciones, cálido, con suficiente intimidad y decida escuchar sin interrumpir con preguntas necias y sin aventurarse a ofrecer soluciones inmediatas. Use gestos y palabras que le den a entender a Esteban que usted le está prestando atención. Mírelo mientras habla, muéstrele que le está escuchando evitando hacer juicios de valor, anticipar a lo que trata de decir, hacer comparaciones, ofrecer consejos a priori o eliminar ciertas informaciones. Comprenda los problemas bien: procure tener una clara idea de cuál es el problema que aqueja a la Esteban, luego de escuchar con atención pregúntele acerca de sus sentimientos, cómo se explica estar en la situación en que está, qué ha hecho al respecto y cuáles son sus opciones. Ayúdele a reformular sus dificultades de manera fría y objetiva, ayúdele a tomar conciencia de cuáles emociones están involucradas en la situación, del papel que estas juegan en el conflicto y de las razones o emociones que le impiden llegar a soluciones.

Dígale que la solución generalmente toma tiempo. Es iluso esperar que un problema que se forma en un periodo de tiempo se solucione instantáneamente. Ayude a Esteban a dimensionar el problema, a decidir cuál será el primer paso y de allí como continuará, a ver con qué recursos personales y sociales cuenta y qué personas pueden asistirle. Anímele a tener paciencia, a tolerar la frustración y a ver el problema en perspectiva.

Ofrezca esperanzas: las personas que tienen problemas, como suelen tener una visión negativa o fatalista de la vida, necesitan que quien les escucha les ofrezca esperanzas y que les indique que las cosas pueden mejorar si se empeña decididamente en realizar cambios en su vida. Pero, esté atento a no dar la impresión de que subestima o menosprecia en problema de esta persona o su capacidad de razonar. No use frases como: ‘... eso no es nada’, ‘tú te preocupas por esa pend...’, ‘eso no es problema, problema es el que yo tengo’, etc. Ante todo, asegúrele a Esteban que usted confía en que con esfuerzo, dedicación, motivación y una actitud positiva puede salir fortalecido de esta situación y prepararse mejor para las cosas por venir.

Muéstreles cómo enfrentar los problemas de forma creativa. Revise con Esteban otros problemas que haya resuelto, analicen cómo llegó a esa solución y por qué esta situación es diferente. Procure que vea el problema desde diferente ángulo o perspectiva, piense creativamente qué cosas puede sustituir lo que causa el problema, con qué se puede combinar, adaptar o modificar, cómo cambiar uno o varios elementos del problema o en las actitudes de la persona o las personas implicadas. Recuerde que a veces para cambiar la realidad y sus circunstancias una persona tiene que comenzar por cambiarse a sí mismo.

En síntesis, la mejor forma de ayudar a Esteban a resolver sus problemas es orientarle a afrontar la situación de manera que pueda manejar decidida, honesta, valiente y creativamente las dificultades a las cuales se enfrenta, mientras fortalece sus destrezas personales, generando una actitud proactiva y una visión optimista de la vida. Recuerde siempre que usted no puede resolver los problemas por Esteban, que él tiene que hacer uso de sus recursos personales a fin de encontrar las soluciones más afectivas.

Si estos criterios no funcionan o lo hacen muy lentamente, si Esteban está muy afectado por la situación, si sus recursos personales son muy limitados, por el bienestar de su amigo, oriéntelo para que procure asistencia psicológica. Los psicólogos están capacitados para atender las dificultades emocionales, conductuales y los problemas existenciales de las personas con gran sentido asistencial y ético, procurando la conveniencia, seguridad y el desarrollo integral de quienes buscan sus servicios.

*MAGÍSTER EN ORIENTACIÓN EN SALUD MENTAL.
2011-03-28

 

lunes, 30 de mayo de 2011

Retos de la discapacidad Cero lástima, más comprensión

NELSON RIQUELME PEREIRA*
 
 
C uando estás discapacitado o enfermo, la gente puede tener consideraciones contigo, consideraciones acerca de tu discapacidad, pero eventualmente se cansan de ti y de lo que tienen hacer por ti. Tú y tu discapacidad empiezan a cansar y a estorbar a los desconocidos inconscientes, a los que les obstaculizas hasta en los estacionamientos. Cansas a tus amigos que poco a poco se niegan a visitarte, te eluden. Cansas hasta a tu familia que, fatigados, deprimidos y confusos empiezan a tratarte como a un objeto o un mueble al que no pueden desechar.

Si no haces ningún esfuerzo por superar tu condición, si la gente no ve que te empeñas, tarde o temprano, se cansarán de ti, queriendo volver a la rutina en la cual ellos son lo más importante del mundo. Tienes que mejorar por cualquier razón o medio posible, por tus seres queridos, por ti, por las cosas que quieres y tienes. Mejorar sin claudicaciones. Porque lo opuesto también es cierto. Si la gente ve y siente que te estás esforzando, que estás mejorando querrán formar parte de tu pequeña historia de superación, compartir tu gran milagro. La gente busca a los ganadores y no hay mejor victoria que arrancarle tus huesos a la adversidad, superando o, por lo menos, enfrentar, una enfermedad o discapacidad.

Helen Keller, una sordociega que vivió hasta los 87 años, que aprendió a leer y a escribir y que fue autora de varios libros acerca de su vida, señalo que ‘la vida es una aventura arriesgada o no es nada’. Vivir, el acto de vivir, conlleva tantos riesgos trascendentales que tan solo el hecho de respirar a veces se torna riesgoso y lograr una vida plena requiere grandes esfuerzos y la conjunción de todas nuestras cualidades físicas, psicológicas y espirituales. Entonces, como escribió Keller, la vida a de ser la gran aventura del ser humano y las dificultades que encontramos en el camino han de ser vistas como obstáculos que debemos superar, los cuales le confieren color, sabor y significado a la existencia humana.

De hecho, como dijo Sthepen Hawkings, genio de la física confinado a una silla de ruedas debido a una esclerosis lateral amiotrófica que se le diagnosticó a los 21 años (ahora tiene 69 años), ‘cuando las expectativas de uno son reducidas a cero, uno realmente aprecia todo lo que si tiene’. Esto es fundamentalmente cierto, usualmente no tenemos conciencia de nuestras posesiones hasta que estamos a punto de perderlas. Damos por sentado que tenemos vida, salud y bienestar. No tenemos consciencia de que estas posesiones son tan frágiles y que podemos perderlas en un instante.

Finalmente, quiero citar la palabras de Javier Romañach, quien señaló: ‘Hoy solo pienso en lo mal que valoraba yo la vida de una persona con discapacidad antes, y en la poca diferencia vital interna que hay entre vivir con y sin discapacidad. Prefiero vivir con discapacidad a no vivir, no por el miedo a la muerte, sino por el goce de la vida’.

Y en función de esa preferencia por la vida, la enfermedad y la discapacidad no deben concebirse como el final de nada, sino como el principio de una nueva forma de vida, un reto a la vida, mucho más difícil, pero vida al fin.

Me adhiero a la opinión de J. Romañach al plantear que las personas con discapacidad y enfermedad tendremos que luchar una batalla sin cuartel para ‘convencer al mundo de que nuestra vida tiene el mismo valor; y propagar este concepto en todos los ámbitos de la sociedad, en la educación, en el ocio, en la empresa, en la administración, en las leyes, en definitiva, en las mentes’, pero primero habremos de convencernos a nosotros mismos.
2011-02-21
*EL AUTOR SUFRIÓ UNA ISQUEMIA CEREBRAL EN JUNIO DEL 2009.

domingo, 8 de mayo de 2011

DEL ARDILLISMO Y OTRAS ESPECIES Y ELEMENTOS DEL MUNDO LABORAL

ARDILLISMO: PERSONALIDAD Y CONDUCTA

Se califica de ardillismo a la persona que se afana en cosas fútiles, inútiles o sin sentido por periodos de tiempo prologados, sin producir resultado alguno o de la persona que aparenta estar trabajando u ocupado cuando  es, o puede ser, visto por figuras de autoridad o prestigio.  En este caso, la intención manifiesta es la de causar una impresión favorable en las figuras de autoridad, en menoscabo de las personas de trabajan realmente.

Las persona ardillista posee una personalidad entre histriónica y narcisista, ya que busca llamar la atención y se comporta teatralmente.  Sus maneras vivamente expresivas tienen como resultado establecer relaciones con facilidad, pero de un modo superficial. Las emociones a menudo aparecen exageradas, infantilizadas e ideadas para provocar la simpatía. Por lo común, sus comportamientos seductores a menudo encubren su dependencia de la aprobación y su búsqueda de protección.  En su faceta narcisista, los ardillistas  tienen un sentido de superioridad y una creencia exagerada en su propio valor o importancia, lo que los psiquiatras llaman “grandiosidad”, pueden ser extremadamente sensibles al fracaso, a la derrota o a la crítica y  pueden ponerse fácilmente rabiosos o gravemente deprimidos.

Por lo habitual, es desconsiderado, egoísta y su conducta suele crear problemas de interacción con sus compañeros, lo que los lleva a adoptar una actitud de victimas ante sus superiores jerárquicos y procurar vengarse de sus detractores.  Funcionan mal en los grupos de trabajo y con frecuencia son rencorosos, envidiosos y peligrosos. Esperan ser admirados y, con suelen sospechar que los otros los envidian.

EL GUABINISMO: FOBIA O JUEGA VIVO

El guabinismo se define como la cualidad de una persona de escabullirse o de escaparse a sus responsabilidades laborales, sociales y hasta familiares.  La persona guabinosa, como el pez que la denota, es difícil de atrapar, no se compromete fácilmente ni asume las responsabilidades inherentes a sus funciones o a su rol.

En algún sentido, la persona guabinosa exhibirá un comportamiento fóbico, si la conducta evasiva puede acompañarse de un aumento de la frecuencia cardíaca, sudor, temblor o estremecimiento, dificultad para respirar, sensación de atragantamiento, dolor o molestias en el tórax, malestar estomacal, sensación de mareo o desmayo, temor a perder el control o enloquecer, temor a morir, aturdimiento, escalofríos o calores súbitos.

En ausencia de estos síntomas, el guabinoso exhibirá tan sólo un descarado “juego vivo” dirigido a la evasión de sus responsabilidades o a salirse con las suyas por la vía del no hacer, hacer lo minimo o hacer lo que le da la gana.

EL  TORTUGUISMO:  VIRTUD O DEFECTO

El tortuguismo corresponde a la persona que se caracteriza por la lentitud y la pasividad con que afronta sus quehaceres y su vida.  El tortuguista es por definición una persona lenta, parsimoniosa y pasiva; cuyo temperamento flemático suele desperar a los familiares, compañeros y conocidos.

La persona tortuguista acude a la dilación de las cosas en un esfuerzo por asumir un precario control de su entorno, de su tiempo y de su conducta.  Cuando el ambiente le exige, el responde con su pasividad y cuando el tiempo apremia, responde con lentitud.  Aun cuando las cosas son para él mismo, tienden a procrastinar.

El tortugismo puede parecerse a la paciencia si implica soportar con ánimo sereno los males y los avatares de la vida, en cuyo caso será una virtud.  O puede ser un defecto si genera pasividad ante el sufrimiento, un no reaccionar o un simple aguantarse las cosas, aunque afecten la propia integridad o la integridad de otros.

El SOFOCOSO: HIPERACTIVIDAD O NECEDAD

El Socofoso es un individuo que no solo no tiene tranquilidad sino que no deja vivir tranquilos a los demás.  La persona sofocosa no tiene quietud por lo que causa ciertos malestares en las personas que le rodean.   En sentido figurado, la persona sofocante puede causar una repentina o transitoria sensación de calor que nace en el tórax y cuello, sube a la cara y posteriormente se distribuye por el resto del cuerpo, se acompaña de enrojecimiento y sudor, y muy a menudo va seguido de una sensación de frío. En ocasiones hay palpitaciones, ansiedad, sensación de presión en la cabeza y pecho, de ardor, de ahogo, náuseas, y dificultad para la concentración. 

Es decir, que la persona sofocosa puede causar una sensación de asfixia.  Usualmente, acaba con la paz y la tranquilidad de otras personas debido a su hiperactividad, caracterizada por actividad continua y sin objeto, corta capacidad de atención, mucha distractibilidad, mucha excitabilidad: emociones lábiles o fluctuantes (pasando del llanto a la risa en el espacio pocos de minutos), impulsos incontrolados, mala concentración, indiferencia al peligro y al dolor, poca respuesta a la recompensa o al castigo, destructibilidad; agresividad; mentiras, berrinches, constantes choques con cuanto le rodea propensión a los accidentes: torpeza, dificultad de percepción; problemas audiovisuales, irregularidad en la etapa de desarrollo, incapacidad de completar algo espontáneamente, necesidad de continuos recordatorios, incapacidad de ejecutar actividades coordinadas, socialización deficiente; falta de respeto hacia las necesidades o propiedades de los demás; incapacidad de hacer amigos, conducta conflictiva, necesidad de supervisión constante y, por lo general, son muy necios.

EL POCO ME IMPORTA: DESPRECIO Y “BURN OUT”

El “Poco me importa” es una persona que tiene una actitud de menosprecio intenso por las cosas, por su entorno y por las personas que le rodean.  Al “poco me importa” todo le da igual.  Se caracterizan por un desprecio profundo hacia las cosas que no son importantes para ellos o que no son su responsabilidad.  El “poco me importa” puede ser un sujeto que se ha cansado de pelear contra los molinos de viento y adopta esta postura defensivamente o, bien, ser una persona que no quiere compromisos con las cosas, con su entorno y con otras personas.  Este tipo de persona suele ser poco colaborador, poco comprometido y un tanto egoista.

En cualquier caso, el “poco me importa” sufre un “burn out” que es peligroso para sí mismo, para otras personas y para el trabajo en equipo, ya que sufre de agotamiento físico, moral, emocional y mental, causado por involucrarse en situaciones emocionalmente demandantes, durante un tiempo prolongado. En este caso, es un padecimiento que se trata terapeúticamente por medio de una reestructuración cognoscitiva que consiste primordialmente en revisar su filosofía de vida, determinando con claridad sus objetivos existenciales, ajustándolos a la realidad, a sus sueños y a sus posibilidades. 

martes, 19 de abril de 2011

Cambiar para vivir la vida o Vivir para cambiar la vida


Mgter. Nelson Riquelme Pereira

Que el cambio es inevitable, ineludible y necesario es algo en lo que la mayoría de las personas están de acuerdo.  Que es imprescindible cambiar para sobrevivir, para mejorar o, simplemente para crecer es una afirmación que acepta pocas discusiones.  Sin embargo, aunque para muchas personas cambiar es un noble propósito, la tarea concreta de hacerlo no es tan simple.  Gran cantidad de personas, en diversos momentos de su vida, se plantean la necesidad de cambiar o desarrollar nuevas cualidades para enfrentarse a los retos cotidianos o extraordinarios que les plantea la vida.  El cambio, sin embargo, es paradójico.  Por un lado cambiar no es fácil, no es sencillo, no ocurre con la rapidez con que las personas lo desean.  Por otro lado, cambiar es inevitable, es parte de la existencia y el desarrollo personal de cada individuo.

El cambio es cíclico.  Se cambia para prepararse para realizar nuevos cambios, se vive para cambiar, se cambia para vivir en un proceso incesante de cambios y adaptaciones.  Como el hombre y sus circunstancias (Ortega y Gassett) no permanecen siempre iguales, los cambios tienen que suceder y sucederse, posibilitando adaptaciones a las condiciones reinantes de vida, al entorno socio-histórico y al ambiente circundante.  En medio de todos los cambios, sin embargo, se permite una continuidad en la identidad psicológica de la persona que cambia.

El cambio es también complejo, se inicia en el interior de la persona, se refleja en su conducta exterior, para consolidarse definitivamente en su intimidad humana.  Las personas pueden emprender dos tipos de cambio.  El primero consiste en cambiar las estructuras o esquemas internos de percepción de la realidad, de las circunstancias, de los otros y de sí mismos, en estos caso se dice que el cambio es verdadero y perdurable.  El otro tipo de cambio se refiere a los cambios cosméticos o superficiales que se relacionan con factores de presión externos y duran mientras las condiciones que los impusieron estén presentes.  Por su complejidad, los cambios son individuales.  Cada persona tiene que realizar, dirigir y responsabilizarse por su propio cambio.  Para ello, los siguientes pasos pueden serle de utilidad:

  1. Seleccione sus objetivos:  Para realizar cambios efectivos es necesario identificar las conductas que se desea modificar y escoger los objetivos que se desea alcanzar.
  2. Traslade sus objetivos a conductas específicas:  Las personas sólo pueden cambiar aspectos reales de su vida, por tanto, deben convertir sus objetivos en conductas específicas.  Si alguien desea sentirse mejor, debe especificar qué cosas le harían sentirse mejor (tener más amigos, poder conversar con mayor facilidad, reducir el estres, etc.).
  3. Dimensione sus objetivos:  Los cambios deben dimensionarse en el tiempo y el espacio.  Señale claramente y en forma realista el tiempo que le tomará cambiar y los lugares o circunstancias en que desea realizar tales cambios.  Esto le evitará frustraciones de tiempo y lugar.
  4. Observe su conducta:   Si los cambios se realizan por medio de conductas específicas, es necesario observar en primer lugar, las conductas insatisfactorias y luego reemplazarlas por las conductas deseadas.
  5. Desarrolle un compromiso personal:  El deseo de cambiar por sí solo no lleva al cambio.  Las personas que desean introducir cambios en su vida tienen que mostrar y desarrollar un compromiso serio y profundo con ellos mismos de manera que puedan enfrentarse a los retos propuestos.
  6. Organícese para recibir información:  Desarrolle un grupo de apoyo con familiares y personas que le aprecian y solicíteles que le ayuden a observar los aspectos que usted no puede ver.
  7. Revise su plan de acción según sea necesario:  Los proyectos de cambio personal no son inmutables, pueden y deben ser alterados de acuerdo a las exigencias personales y sociales.
  8. De seguimiento a sus planes:  Es muy importante darle seguimiento a los planes personales.  Una vez que se proponga algo organice su conducta de manera que pueda alcanzar sus objetivos.  No importa cuan buenos sean sus propósitos ni cuan elaborados sean sus ideas y objetivos sino se empeña en realizarlos y le da seguimiento jamás logrará lo que quiere.
Aún cuando son complejos y difíciles, los cambios son posibles si la persona desarrolla sus objetivos y pone todos sus recursos personales a trabajar en la dirección que desea.  Por tanto, atrévase a realizar los cambios que usted sabe le proveerán de una sensación más placentera en su vida.

viernes, 8 de abril de 2011

Bien vale haber vivido si el amor le acompañó

Mgter. Nelson Riquelme Pereira

Al final, la muerte debió haberle llegado como un alivio.  Había tenido una vida intensa, plena, ejemplar.  Su asesino pasivo-agresivo, no sólo le sobrevivió sino que junto a él mató a miles de sus coterráneos, hizo desaparecer a otros muchos y mandó al exilio a millones más.  Sin embargo, en los albores de su octogenaria vida, el criminal sigue viviendo a la sombra de sus víctimas.

Pablo Neruda nació en Parral, Chile hace 98 años y murió, en Santiago, capital de su país, en 1973, a tan sólo 10 días del golpe de estado que lideró el General Augusto Pinochet.  Neruda recorrió el mundo, fue cónsul, fue senador y embajador, ganó el Premio Nobel, estuvo en la clandestinidad y el exilio.

Huyó, buscó y encontró prácticamente cuanto quiso en su vida.  Fue un mago, un genio con la palabra, creó mundos literarios con su poesía apegada al hombre, a su historia.  Cabalgó en su Caballo Verde para la Poesía por un universo de verbos, sustantivos y adjetivos que expresaron su cosmovisión.  Conmovió a los románticos de su tiempo y dejó para los románticos de todos los tiempos sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada.  Todos tienen a alguien a quien ya no quieren, es cierto, pero cuánto la quisieron.  Y en noches como éstas u otras a todos les gustó cómo alguien callaba, mientras adelgazabamos nuestras voces para ser escucharlos...

Neruda también, y sobretodo, escribió para la humanidad, pues consideró que “el primer deber del humanista y la fundamental tarea de la inteligencia es asegurar el conocimiento y el entendimiento de todos los hombres.”  Por eso, leyó sus poemas en las fábricas de los obreros del mundo y al compartir con ellos su arte hermanó a todos los hombres de la Tierra.  Amó a su América, desde el norte hasta el sur y tuvo incontables amigos en todas las geografías posibles.

Hoy en día, sus poesías más vivas que nunca, sobrepasan todas las fronteras, se significan en todos los idiomas, estremecen las mentes y corazones de gentes de todas las edades.  Considerando que “la poesía es una insurrección”, sus palabras, lanzas en ristre, se alzaron contra la injusticia; su esfuerzo no conoció descanso, su ánimo siempre estuvo presto para llevar su poesía a la calle, a todas las distancias, a todos los climas.  Su palabra siempre estuvo presta a tocar todas las cosas, a tocar el pan, la cebolla, la felicidad, la esperanza, en una y mil odas posibles.

Ya iniciado el siglo XXI, la obra de Neruda cimenta la cultura latinoamericana y su legado es imborrable.  Sus libros, su poesía plena es evidencia de que no sólo para nacer nació sino que el amor siempre le ha acompañado, por cuanto bien le valió haber vivido y haber cantado.  A casi 38 años de su muerte, su “canto no termina...”

Articulo Inédito

lunes, 4 de abril de 2011

¿Donde está la felicidad?

Por Nelson Riquelme Pereira

La gente se empeña en ser feliz. Invierte parte importante de su vida, su tiempo y sus esperanzas en la búsqueda frenética de lo que le hará feliz. Sin embargo, para muchos esa búsqueda es infructuosa, larga, tediosa; más llena de sinsabores, alegrías pasajeras y afanes improductivos que de verdadera y significativa sensación de plenitud.

Otras personas sueñan dormidas y/o despiertas en momentos y circunstancias que le producirían felicidad; crean mundos ilusorios en los cuales fulguran como protagonistas exclusivos de aventuras empalagosamente felices; alucinantemente se entregan a la creación mental de utopías de felicidad. No obstante, tarde o temprano despiertan de todos sus sueños y se percatan que la realidad, su diaria e irrenunciable realidad, les depara insatisfacciones y pesares.

La felicidad que se busca nos elude; la que se compra se nos acaba; la que se pide prestada se adeuda con sus respectivos intereses. La felicidad nos desorienta porque no está en la dirección indicada en el mapa que nos dieron. Nos asusta porque encontramos vacío el edificio que nos dijeron que habitaba. Se mudo de calle, de barrio o de ciudad. ¿Dónde está nos preguntamos? ¿Dónde la busco? ¿Quién la tiene? ¿Quién la conoce?

La felicidad cuando se busca en las cosas, en las circunstancias, en simples y pasajeros momentos, en otras personas y lo que nos pueden dar corre el riesgo de perderse, de diluirse, de no lograr contacto con nuestro ser interior. Y la razón es que la felicidad está dentro de nosotros y depende de la perspectiva con la que miramos y evaluamos los acontecimientos que nos ocurren. Si miramos bien, la realidad exterior y nuestro contacto con ella adquiere dimensiones emocionales porque somos las personas las que las evaluamos emotivamente.

Imagínese una cena en un lugar acogedor con otra persona. Este acontecimiento por sí mismo no produce felicidad. Es lo que usted comparta con esa persona, la forma en que evalúe el acontecimiento, la entrega y el disfrute de la actividad lo que le permitirá considerar la ocasión como feliz o infeliz; en todo caso, lo agradable de la velada depende en un 50% de lo que usted haga. De igual forma, realizar una actividad con sus hijos puede convertirse en una tarea agobiante o un momento de relajación y disfrute dependiendo de la consideración que le dé a estar un tiempo con ellos.

Voltaire dijo, la felicidad no consiste en tener lo que se quiere sino en querer lo que se tiene. Quienes se afanan por lo que no tienen no disfrutan lo que está cerca y accesible. La felicidad es encontrarle sentido y valor a las cosas que se hacen, es emprender actividades significativas y orientadas al crecimiento personal, es dedicarse de mente y alma a contribuir en la creación de un mundo y un entorno mejor para todos los que habitamos este lugar, en este momento, en este tiempo. La felicidad, nace en el pensamiento y en el corazón, es en el ahora, porque el ayer pasó, sólo es el recuerdo y el mañana no ha llegado, es tan sólo esperanzas e ilusiones; pero el hoy está aquí, en mi mano, a mi alcance. La felicidad se construye día a día. Parafraseando a Silvio Rodríguez, concluimos que la felicidad se hace “a mano y sin permiso, arando el porvenir con viejos bueyes...”

Mosaico, suplemento del Diario La Prensa. No 27. Año 1. ¿Dónde está la felicidad? Pág. 12. Domingo, 21 de julio de 2002.

miércoles, 30 de marzo de 2011

El individualismo y otros males

ANÁLISIS: NUESTRA SOCIEDAD

Ser capaz de tolerar cierto grado de frustración posee un valor adaptativo, sin el cual, las personas pueden sentirse presas de la ira, la depresión y la desilusión, exhibiendo conductas que pueden ir de la obsesión y la compulsión a la agresión y la violencia.

Nelson Riquelme Pereira
MAGISTER EN ORIENTACION EN SALUD MENTAL

Reflexión
El individualismo, el egoísmo, la intolerancia a la frustración y la incapacidad de postergar la gratificación están acabando con la vida familiar y social de los panameños. En efecto, el individualismo caracterizado por la incapacidad de ver la realidad desde otros puntos de vista, la valoración desmedida de sus propios derechos por encima de los ajenos, la poca o nula disposición para ponerse en el lugar de los otros y la incapacidad de pensar en el “nosotros” antes que en el “yo” son las causas primeras de la mayoría de las desavenencias sociales y, hasta, de los conflictos familiares.

El individualismo tiene su expresión concreta en la ética del “juega vivo”. La cual se basa en una exagerada valoración de sus preferencias individuales, las que se colocan delante de las necesidades de las otras personas, unido a un profundo desprecio a los derechos de los demás. La filosofía del individualista, como la de los egoístas, cree en el “yo primero, yo segundo y yo tercero”, pensando que los demás se pueden ir a freír espárragos.

El egoísmo, que se define como “excesivo aprecio que tiene una persona por sí misma, y que le hace atender desmedidamente a su propio interés, sin preocuparse del de los demás”, suele ser la expresión última del individualismo. La persona egoísta se caracteriza por desear ser el centro de atención, no le gusta compartir, prefiere recibir antes que dar, no siente preocupación por los demás, no escucha a otros, carece de empatía, es exigente, impaciente, desconsiderado, poco amable, tacaño, hostil, orgulloso y puede ser abusivo o violento.

Por otro lado, dado que la vida cotidiana aporta un sinnúmero de frustraciones como consecuencia de factores sobre los que tenemos poco o casi ningún control, las personas requieren ejercer cierto manejo de los reveses, los desengaños, las desilusiones y los fracasos. Ser capaz de tolerar cierto grado de frustración posee un valor adaptativo, sin el cual, las personas pueden sentirse presas de la ira, la depresión y la desilusión, exhibiendo conductas que pueden ir de la obsesión y la compulsión a la agresión y la violencia.

Entre las evidencias de la intolerancia a la frustración están la impaciencia al hacer filas o esperar; la desesperación ante el congestionamiento del tráfico; el miedo a perder una cita, el bus o un negocio; insultar, hacer berrinches o protagonizar actos violentos cuando no se obtiene lo que se desea; y, la desesperación o el miedo ante el fracaso.

Por su parte, la capacidad de postergar la gratificación se desarrolla a medida que el individuo crece, y consiste en el aprendizaje de la habilidad de posponer la satisfacción de las necesidades a un tiempo, lugar y circunstancias más apropiados. Al igual que la baja o nula intolerancia a la frustración, las personas pueden exhibir una disminución en su habilidad para postergar la gratificación, lo que hace difícil mantener relaciones sociales y familiares saludables con estas personas. Conductas caracterizadas por la inmediatez en el deseo de lograr la satisfacción de los impulsos, tales como hacer sus necesidades en la vía pública, botar basura en las calles o lugares inadecuados, muchas de las violaciones de tráfico de los conductores panameños, los vicios y las conductas adictivas, algunas de las tardanzas y las ausencias al trabajo, y muchas otras son expresión de esta carencia.

¿Cómo se pueden resolver estos problemas de interacción social y familiar? “Aprendiendo, como dijo Merlín, ...aprender es lo que te conviene”, según Wayne Dyer en Tus Zonas Erróneas. Aprender, primero, a relacionarse adecuadamente consigo mismo, evitando el individualismo y el egoísmo que hacen daño a sus relaciones familiares y sociales, y pueden condenarlo a la soledad, a constantes cambios de humor y a la depresión.

Segundo, pensar en el “nosotros” antes que en el “yo”, comprendiendo que el ser humano es fundamentalmente social, que siempre vive en grupos, generando interacciones, y que conceptos como compartir, solidaridad, consideración por los demás y trabajo en equipo pueden darle otro sentido y significado a su vida.

Finalmente, la tolerancia a la frustración y la habilidad de postergar la gratificación son destrezas personales complementarias que pueden desarrollarse con entrenamiento y disposición de ánimo. Vivir una vida, con sentido y con significado, no implica que ésta estará exenta de problemas, conflictos y preocupaciones sino, por lo contrario, consiste en decidir, pensar y sentir de que, a pesar de los obstáculos, la vida vale la pena de ser vivida.


Articulo publicado en el diario el Panamá América, el 18 de Abril de 2010.

miércoles, 23 de marzo de 2011

El lado oscuro de la sinceridad

FILOSOFANDO LA VIDA
El lado oscuro de la sinceridad
Frente a esta conducta del prójimo, solo puedo aventurar dos explicaciones, una de las cuales es que nos gusta sentirnos superiores a los demás y no reparamos en detalles cuando se trata de mostrar que sabemos más o que estamos mejores que los otros.

Nelson Riquelme Pereira


MAGISTER EN ORIENTACION DE SALUD MENTAL


Se fue directamente a donde estaba, y antes de que pudiera decir cualquier cosa, me dijo: Voy a ser sincera contigo, Riquelme, ¡estás muy gordo! ¡Dios mío! – continuó – si hasta parece que vas a reventar. Te lo digo sinceramente, amigo. A duras penas pude disimular una sonrisa, le devolví una especie de saludo y por señas le indiqué que estaba de prisa y no podía detenerme a conversar con ella.

¡Por qué carajo iba a detenerme!, después de ese despliegue de sinceridad no solicitada. Lo último que querría sería conversar con ella, pues intuía el riesgo inminente de ser nuevamente fusilado por su afilada lengua.

En los últimos años, he vivido varias veces esta situación, a tal punto que he pensado seriamente en la sinceridad como valor o cualidad positiva de la personalidad. De hecho, creo que la sinceridad, como es concebida actualmente por una gran cantidad de personas, encierra una actitud grosera, ruda, descortés, hipócrita y hostil hacia los demás.

Me pregunto ¿por qué en nombre de la sinceridad nos atrevemos a decirle al prójimo cosas que no nos ha pedido que le digamos, en momentos y lugares poco apropiados para este tipo de infidencias y sobre temas que, al fin y al cabo, no son de nuestra incumbencia? Es más, cada vez que una persona nos dice “voy a ser sincero contigo”... Me agacho para esquivar el montón de piedras que me van a aventar.

Frente a esta conducta del prójimo, solo puedo aventurar dos explicaciones: una es que nos gusta sentirnos superiores a los demás y no reparamos en detalles cuando se trata de mostrar que sabemos más o que estamos mejores que los otros. Y dos, que carecemos totalmente de ese tipo de sensibilidad que los psicólogos llaman empatía y que consiste en la capacidad de ponerse en el lugar de los otros.

En todo caso, estas explicaciones convergen en el egoísmo que nos priva de pensar si nuestra sinceridad le conviene a nuestro interlocutor y le hará bien escucharnos y no hacerlo cuando lo único que logramos es la egoísta satisfacción del “se lo dije y en su cara”.

Por tanto, cada vez que quiera ser sincero con alguien piense, ¿solicitó su sinceridad? ¿Es el momento y lugar apropiado? ¿Le incumbe? Y haga un esfuerzo tenaz por mantener su boca cerrada, ya que así podrá evitarle mucha humillación y vergüenza a su prójimo. Se lo digo sinceramente…

Si ocasionalmente corremos el riesgo de que nos humillen y maltraten con la sinceridad no solicitada, es peor cuando pasamos a la ofensiva y somos nosotros quienes pedimos sinceridad a un amigo o conocido. En ese caso, es nuestro interlocutor quien queda perplejo y sin posibilidad de respuesta porque la realidad es que tampoco sabemos pedir sinceridad. Se supone que al pedirle a una persona que nos hable sinceramente, estamos solicitando que esa persona nos diga lo que piensa, lo que siente y, en todo caso, nos relate con justicia y verdad sus opiniones y sus evaluaciones, muy probablemente, sobre algo que hicimos, pensamos o acerca de nuestro comportamiento. ¡Pamplinas!

Lo que queremos es una afirmación, una confirmación de que estábamos en lo correcto. Queremos escuchar, en boca de otro, cuán maravillosa era nuestra idea o cuán acertado estábamos al pensar de tal o cual manera. Indagamos, digo, exigimos que esta persona objetivamente exprese lo maravilloso que es nuestro pensamiento y lo acertada que es nuestra percepción de la realidad.

La solicitud de sinceridad usualmente comienza con frases como “A ver, dígame usted si estoy equivocado o que…” o “qué piensa usted de...” En estos casos, lo mejor es ser asertivo. Decir, manteniéndonos firmes, lo que pensamos y creemos, sin ofender a los demás, sin preocuparnos excesivamente de lo que los otros piensen y sin ofendernos con las respuestas de los demás. Y, usted ¿qué piensa?
Aparecido originalmente en:  Suplemento Día D,  El Panamá America,  Domingo 30 de mayo de 2010.  También fue citado en http://rebeldia-social.blogspot.com/2010_05_01_archive.html

sábado, 19 de marzo de 2011

¿Usted sabe escuchar?

RELACIONES SOCIALES
Saber escuchar puede hacer la diferencia. Dominar el arte de escuchar a los otros puede, inclusive, salvarnos  la vida


Mgter. Nelson Riquelme Pereira
PA-DIGITAL

Era un diálogo sencillamente porque las dos hablaban, pero en sentido estricto, era tan solo un monólogo entre dos, pues ninguna escuchaba. Mientras la señora Ramona relataba que la fiesta de 15 de su hija estuvo espectacular y se afanaba contando los detalles: Que si el maquillaje, que si el vestido fue hecho en... que si el peinado... las damas y los chicos... la música y el baile... que su papá estaba... los regalos... el “after party”...

     En el mismo tiempo y espacio, su comadre Eufemia comenzaba un relato preguntando, sin esperar respuesta alguna, “¿sabes lo que me paso en el súper? Estaba yo comprando las carnes cuando, ¿adivina quien llegó?, el mismo, el descarado ese, fulanito de tal, el muy...” y prosigue con una perorata reflexivo-catártica sin prestar atención aparente a su interlocutora.

     Cuando al fin se separan, hacen un alto para despedirse y se dicen introspectivamente que es bueno hablar con los amigos y conocidos de confianza. Hablar, es bueno, saludable y hasta placentero, hablar. Pero, ¿que hay de escuchar? Las personas tienen la tendencia a no escuchar lo que nos dice la persona con la que hablamos, a hablar en paralelo, simultáneamente; entre otras cosas, porque solo se interesan en su propia historia o porque se va unos pasos por delante pensando en cuál va a ser el argumento de su respuesta.

     No sólo oír, escuchar en el sentido pleno de la palabra. Escuchar activamente lo que significa escuchar bien, con atención y cuidado, tratando de comprender lo que nos dice la otra persona, esperar nuestro turno para intervenir, sin acaparar la conversación, estando presentes no sólo físicamente sino también psicológicamente.

     Para escuchar activamente se debe evitar cometer errores de comunicación que pueden estropear la conversación. Conductas como interrumpir a nuestro interlocutor mientras está hablando, dedicar más tiempo a hablar que a escuchar, distraernos, no prestar la suficiente atención, desconectarnos de la conversación, no elegir el sitio adecuado para la entrevista, prejuzgar el mensaje, interpretar los comunicados desde nuestro punto de vista y dirigir la conversación hacia nuestros intereses.

     Además, debemos evitar realizar preguntas cerradas que impiden el desarrollo de ideas, reaccionar ante lo que creemos que son ataques emocionales o personales, prestar atención sólo a las partes del mensaje que nos interesan, sermonear, mandar, reprochar, dar lecciones o aconsejar, desaprobar, cuestionar o quitar la razón al otro, insultar o despreciar a nuestro interlocutor, ironizar o reírnos del otro o descalificar o subestimar el mensaje.

     Escuchar activamente puede mejorar nuestra relación con las demás personas, pues saber escuchar es un arte y una destreza fundamental en la comunicación que tiene muchas ventajas. Entre otras ventajas, la persona que sabe escuchar obtiene la confianza de los demás lo que, a su vez, promueve apertura y sinceridad, hace sentir a los demás como seres valiosos, logrando de forma barata y sencilla motivar a las otras personas. Además, la persona que tiene habilidad para escuchar crea ambientes relajantes, produce un efecto calmante, tranquilo y sin estrés, lo que a la larga tiene un efecto positivo sobre la salud mental. 

     Más aún, la persona que escucha activamente puede ir al fondo de los problemas, promoviendo aclaraciones y ampliaciones de la información que puede ser importante para actuar con prontitud y realizar las tareas preventivas o correctivas oportunamente, atrayendo para sí el mismo respeto que les prodiga a sus interlocutores, identificando los objetivos y sentimientos de los demás . Por otro lado, al escuchar activamente se puede aprender de las experiencias de los otros, adquiriendo nuevos y enriquecedores conocimientos, reflexionando sobre los mensajes propuestos y confirmando la información recibida.

     En conclusión, las personas con destrezas para escuchar se benefician de tener buenas relaciones interpersonales con los demás, al tiempo que pueden ser asertivas, honestas y solidadarias, mostrando una adecuada autoestima y respeto personal.

Publicado originamente en:  Suplemento Día D.  Panamá América, Domingo 17 de octubre de 2010.







jueves, 17 de marzo de 2011

Ocurre magia cuando sueño

“Si lo puedes soñar, lo puedes hacer”.
Walt Disney



Algo pasa cuando sueño. En mi mente viajo, ando y desando mis preocupaciones fundamentales, recorro mis fantasías que huyen en silencio, desato los monstruos que me han seguido desde el pasado, crucifico en mi memoria los pensamientos piratas que navegaban libres entre mis neuronas despiertas y resuelvo algebraicos y, a veces quijotescos, problemas de creación, soledad y existencia. Sueño, luego soy. 

«Todos los hombres sueñan, pero no del mismo modo,” dijo Lawrence de Arabia, asumo que, aludiendo a las dimensiones de tiempo, lugar y distancia. Agrega, “los que sueñan de noche en los polvorientos recovecos de su espíritu, se despiertan al día siguiente para descubrir que todo era vanidad,” y pueden sentirse abrumados de nostalgia y ansiedad. Pero acota, “más los soñadores diurnos son peligrosos, porque pueden vivir su sueño con los ojos abiertos, a fin de hacerlos posibles». Repito, “a fin de hacerlos posibles”, “hacerlos posibles”, “posibles”. 

Soñar es un proceso mental, psicológico, involuntario en el que se produce una reelaboración de las informaciones contenidas en la memoria, usualmente relacionadas con experiencias vividas por las personas anteriormente. Las experiencias vividas sirven de alimento a los sueños. Soñar es un proceso complejo que introduce a las personas en una especie de realidad virtual poblada de imágenes, sonidos, pensamientos y/o sensaciones, más o menos elaborados, pudiendo inclusive presentar escenas, personajes y objetos, que pueden ocurrir en cualquier fase del sueño, siendo mejor recordados los de la fase MOR, y, por supuesto, los de la vigilia. 

En los sueños cada soñador tiene una percepción y una perspectiva distinta. Como señalara el escritor irlandés, George Bernard Shaw, "ves cosas y dices,"¿Por qué?" Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo, "¿Por qué no?". De manera que, soñar es incursionar en el mundo de lo improbable, de lo absurdo, a través de una rendija abierta en las fronteras de lo posible. Y es en esa dimensión en la cual los sueños, por su accesibilidad a la realidad, son valiosas manifestaciones en la creatividad y en la terapia. 

Los sueños pueden presentar abiertas alusiones en su sentido manifiesto o encerrar profundas alegorías en su sentido latente, según Sigmund Freud, quien fue el primero en el tratar científicamente el análisis de los sueños. O bien, según Carl G. Jung, “el sueño sería la piedra angular, un producto fugitivo del alma, utilizado como manifestación del inconsciente que descubre los secretos ocultos a la conciencia, sería la expresión de un estado de ánimo. El sueño como es soñado, solo será una fachada, pero al aplicar cierta técnica y hacer hablar al sujeto sobre sus particularidades de este sueño se obtiene contenidos y asuntos de importancia personal.” Por cuanto, el sueño es, de acuerdo a Alfred Adler, la “revelación del problema vital de un individuo en forma simbólica.” 

Por todo ello, decimos como Kant que “el sueño es un arte poético involuntario.” Por eso, nos conviene reconquistar la capacidad de soñar y darle a esos sueños la fuerza interminable que proviene de nuestra voluntad, motivación y vivir de acuerdo con nuestras expectativas. Recuerden, siempre recuerden “que el sueño se hace a mano y sin permiso, arando el porvenir con viejos bueyes” (Silvio Rodríguez). Al fin y al cabo, ocurre magia cuando sueño.