NELSON RIQUELME PEREIRA*
C uando estás discapacitado o enfermo, la gente puede tener consideraciones contigo, consideraciones acerca de tu discapacidad, pero eventualmente se cansan de ti y de lo que tienen hacer por ti. Tú y tu discapacidad empiezan a cansar y a estorbar a los desconocidos inconscientes, a los que les obstaculizas hasta en los estacionamientos. Cansas a tus amigos que poco a poco se niegan a visitarte, te eluden. Cansas hasta a tu familia que, fatigados, deprimidos y confusos empiezan a tratarte como a un objeto o un mueble al que no pueden desechar.
Si no haces ningún esfuerzo por superar tu condición, si la gente no ve que te empeñas, tarde o temprano, se cansarán de ti, queriendo volver a la rutina en la cual ellos son lo más importante del mundo. Tienes que mejorar por cualquier razón o medio posible, por tus seres queridos, por ti, por las cosas que quieres y tienes. Mejorar sin claudicaciones. Porque lo opuesto también es cierto. Si la gente ve y siente que te estás esforzando, que estás mejorando querrán formar parte de tu pequeña historia de superación, compartir tu gran milagro. La gente busca a los ganadores y no hay mejor victoria que arrancarle tus huesos a la adversidad, superando o, por lo menos, enfrentar, una enfermedad o discapacidad.
Helen Keller, una sordociega que vivió hasta los 87 años, que aprendió a leer y a escribir y que fue autora de varios libros acerca de su vida, señalo que ‘la vida es una aventura arriesgada o no es nada’. Vivir, el acto de vivir, conlleva tantos riesgos trascendentales que tan solo el hecho de respirar a veces se torna riesgoso y lograr una vida plena requiere grandes esfuerzos y la conjunción de todas nuestras cualidades físicas, psicológicas y espirituales. Entonces, como escribió Keller, la vida a de ser la gran aventura del ser humano y las dificultades que encontramos en el camino han de ser vistas como obstáculos que debemos superar, los cuales le confieren color, sabor y significado a la existencia humana.
De hecho, como dijo Sthepen Hawkings, genio de la física confinado a una silla de ruedas debido a una esclerosis lateral amiotrófica que se le diagnosticó a los 21 años (ahora tiene 69 años), ‘cuando las expectativas de uno son reducidas a cero, uno realmente aprecia todo lo que si tiene’. Esto es fundamentalmente cierto, usualmente no tenemos conciencia de nuestras posesiones hasta que estamos a punto de perderlas. Damos por sentado que tenemos vida, salud y bienestar. No tenemos consciencia de que estas posesiones son tan frágiles y que podemos perderlas en un instante.
Finalmente, quiero citar la palabras de Javier Romañach, quien señaló: ‘Hoy solo pienso en lo mal que valoraba yo la vida de una persona con discapacidad antes, y en la poca diferencia vital interna que hay entre vivir con y sin discapacidad. Prefiero vivir con discapacidad a no vivir, no por el miedo a la muerte, sino por el goce de la vida’.
Y en función de esa preferencia por la vida, la enfermedad y la discapacidad no deben concebirse como el final de nada, sino como el principio de una nueva forma de vida, un reto a la vida, mucho más difícil, pero vida al fin.
Me adhiero a la opinión de J. Romañach al plantear que las personas con discapacidad y enfermedad tendremos que luchar una batalla sin cuartel para ‘convencer al mundo de que nuestra vida tiene el mismo valor; y propagar este concepto en todos los ámbitos de la sociedad, en la educación, en el ocio, en la empresa, en la administración, en las leyes, en definitiva, en las mentes’, pero primero habremos de convencernos a nosotros mismos. 2011-02-21
*EL AUTOR SUFRIÓ UNA ISQUEMIA CEREBRAL EN JUNIO DEL 2009.
Si no haces ningún esfuerzo por superar tu condición, si la gente no ve que te empeñas, tarde o temprano, se cansarán de ti, queriendo volver a la rutina en la cual ellos son lo más importante del mundo. Tienes que mejorar por cualquier razón o medio posible, por tus seres queridos, por ti, por las cosas que quieres y tienes. Mejorar sin claudicaciones. Porque lo opuesto también es cierto. Si la gente ve y siente que te estás esforzando, que estás mejorando querrán formar parte de tu pequeña historia de superación, compartir tu gran milagro. La gente busca a los ganadores y no hay mejor victoria que arrancarle tus huesos a la adversidad, superando o, por lo menos, enfrentar, una enfermedad o discapacidad.
Helen Keller, una sordociega que vivió hasta los 87 años, que aprendió a leer y a escribir y que fue autora de varios libros acerca de su vida, señalo que ‘la vida es una aventura arriesgada o no es nada’. Vivir, el acto de vivir, conlleva tantos riesgos trascendentales que tan solo el hecho de respirar a veces se torna riesgoso y lograr una vida plena requiere grandes esfuerzos y la conjunción de todas nuestras cualidades físicas, psicológicas y espirituales. Entonces, como escribió Keller, la vida a de ser la gran aventura del ser humano y las dificultades que encontramos en el camino han de ser vistas como obstáculos que debemos superar, los cuales le confieren color, sabor y significado a la existencia humana.
De hecho, como dijo Sthepen Hawkings, genio de la física confinado a una silla de ruedas debido a una esclerosis lateral amiotrófica que se le diagnosticó a los 21 años (ahora tiene 69 años), ‘cuando las expectativas de uno son reducidas a cero, uno realmente aprecia todo lo que si tiene’. Esto es fundamentalmente cierto, usualmente no tenemos conciencia de nuestras posesiones hasta que estamos a punto de perderlas. Damos por sentado que tenemos vida, salud y bienestar. No tenemos consciencia de que estas posesiones son tan frágiles y que podemos perderlas en un instante.
Finalmente, quiero citar la palabras de Javier Romañach, quien señaló: ‘Hoy solo pienso en lo mal que valoraba yo la vida de una persona con discapacidad antes, y en la poca diferencia vital interna que hay entre vivir con y sin discapacidad. Prefiero vivir con discapacidad a no vivir, no por el miedo a la muerte, sino por el goce de la vida’.
Y en función de esa preferencia por la vida, la enfermedad y la discapacidad no deben concebirse como el final de nada, sino como el principio de una nueva forma de vida, un reto a la vida, mucho más difícil, pero vida al fin.
Me adhiero a la opinión de J. Romañach al plantear que las personas con discapacidad y enfermedad tendremos que luchar una batalla sin cuartel para ‘convencer al mundo de que nuestra vida tiene el mismo valor; y propagar este concepto en todos los ámbitos de la sociedad, en la educación, en el ocio, en la empresa, en la administración, en las leyes, en definitiva, en las mentes’, pero primero habremos de convencernos a nosotros mismos. 2011-02-21
*EL AUTOR SUFRIÓ UNA ISQUEMIA CEREBRAL EN JUNIO DEL 2009.
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