ANÁLISIS: NUESTRA SOCIEDAD
Ser capaz de tolerar cierto grado de frustración  posee un valor adaptativo, sin el cual, las personas pueden sentirse presas de  la ira, la depresión y la desilusión, exhibiendo conductas que pueden ir de la  obsesión y la compulsión a la agresión y la violencia. 
Nelson Riquelme Pereira
MAGISTER EN ORIENTACION EN SALUD MENTAL
Reflexión
El individualismo, el egoísmo, la intolerancia  a la frustración y la incapacidad de postergar la gratificación están acabando  con la vida familiar y social de los panameños. En efecto, el individualismo  caracterizado por la incapacidad de ver la realidad desde otros puntos de vista,  la valoración desmedida de sus propios derechos por encima de los ajenos, la  poca o nula disposición para ponerse en el lugar de los otros y la incapacidad  de pensar en el “nosotros” antes que en el “yo” son las causas primeras de la  mayoría de las desavenencias sociales y, hasta, de los conflictos  familiares.
El egoísmo, que se define como “excesivo aprecio que tiene  una persona por sí misma, y que le hace atender desmedidamente a su propio  interés, sin preocuparse del de los demás”, suele ser la expresión última del  individualismo. La persona egoísta se caracteriza por desear ser el centro de  atención, no le gusta compartir, prefiere recibir antes que dar, no siente  preocupación por los demás, no escucha a otros, carece de empatía, es exigente,  impaciente, desconsiderado, poco amable, tacaño, hostil, orgulloso y puede ser  abusivo o violento.
Por otro lado, dado que la vida cotidiana aporta un  sinnúmero de frustraciones como consecuencia de factores sobre los que tenemos  poco o casi ningún control, las personas requieren ejercer cierto manejo de los  reveses, los desengaños, las desilusiones y los fracasos. Ser capaz de tolerar  cierto grado de frustración posee un valor adaptativo, sin el cual, las personas  pueden sentirse presas de la ira, la depresión y la desilusión, exhibiendo  conductas que pueden ir de la obsesión y la compulsión a la agresión y la  violencia.
Entre las evidencias de la intolerancia a la frustración están  la impaciencia al hacer filas o esperar; la desesperación ante el  congestionamiento del tráfico; el miedo a perder una cita, el bus o un negocio;  insultar, hacer berrinches o protagonizar actos violentos cuando no se obtiene  lo que se desea; y, la desesperación o el miedo ante el fracaso.
Por  su parte, la capacidad de postergar la gratificación se desarrolla a medida que  el individuo crece, y consiste en el aprendizaje de la habilidad de posponer la  satisfacción de las necesidades a un tiempo, lugar y circunstancias más  apropiados. Al igual que la baja o nula intolerancia a la frustración, las  personas pueden exhibir una disminución en su habilidad para postergar la  gratificación, lo que hace difícil mantener relaciones sociales y familiares  saludables con estas personas. Conductas caracterizadas por la inmediatez en el  deseo de lograr la satisfacción de los impulsos, tales como hacer sus  necesidades en la vía pública, botar basura en las calles o lugares inadecuados,  muchas de las violaciones de tráfico de los conductores panameños, los vicios y  las conductas adictivas, algunas de las tardanzas y las ausencias al trabajo, y  muchas otras son expresión de esta carencia.
¿Cómo se pueden resolver  estos problemas de interacción social y familiar? “Aprendiendo, como dijo  Merlín, ...aprender es lo que te conviene”, según Wayne Dyer en Tus Zonas  Erróneas. Aprender, primero, a relacionarse adecuadamente consigo mismo,  evitando el individualismo y el egoísmo que hacen daño a sus relaciones  familiares y sociales, y pueden condenarlo a la soledad, a constantes cambios de  humor y a la depresión.
Segundo, pensar en el “nosotros” antes que en el  “yo”, comprendiendo que el ser humano es fundamentalmente social, que siempre  vive en grupos, generando interacciones, y que conceptos como compartir,  solidaridad, consideración por los demás y trabajo en equipo pueden darle otro  sentido y significado a su vida.
Finalmente, la tolerancia a la  frustración y la habilidad de postergar la gratificación son destrezas  personales complementarias que pueden desarrollarse con entrenamiento y  disposición de ánimo. Vivir una vida, con sentido y con significado, no implica  que ésta estará exenta de problemas, conflictos y preocupaciones sino, por lo  contrario, consiste en decidir, pensar y sentir de que, a pesar de los  obstáculos, la vida vale la pena de ser vivida.
Articulo publicado en el diario el Panamá América, el 18 de Abril de 2010.
Definitiva mente es un mal de nuestra sociedad....
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