Mgter. Nelson Riquelme Pereira
Al final, la muerte debió haberle llegado como un alivio. Había tenido una vida intensa, plena, ejemplar. Su asesino pasivo-agresivo, no sólo le sobrevivió sino que junto a él mató a miles de sus coterráneos, hizo desaparecer a otros muchos y mandó al exilio a millones más. Sin embargo, en los albores de su octogenaria vida, el criminal sigue viviendo a la sombra de sus víctimas.
Pablo Neruda nació en Parral, Chile hace 98 años y murió, en Santiago, capital de su país, en 1973, a tan sólo 10 días del golpe de estado que lideró el General Augusto Pinochet. Neruda recorrió el mundo, fue cónsul, fue senador y embajador, ganó el Premio Nobel, estuvo en la clandestinidad y el exilio.
Huyó, buscó y encontró prácticamente cuanto quiso en su vida. Fue un mago, un genio con la palabra, creó mundos literarios con su poesía apegada al hombre, a su historia. Cabalgó en su Caballo Verde para la Poesía por un universo de verbos, sustantivos y adjetivos que expresaron su cosmovisión. Conmovió a los románticos de su tiempo y dejó para los románticos de todos los tiempos sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Todos tienen a alguien a quien ya no quieren, es cierto, pero cuánto la quisieron. Y en noches como éstas u otras a todos les gustó cómo alguien callaba, mientras adelgazabamos nuestras voces para ser escucharlos...
Neruda también, y sobretodo, escribió para la humanidad, pues consideró que “el primer deber del humanista y la fundamental tarea de la inteligencia es asegurar el conocimiento y el entendimiento de todos los hombres.” Por eso, leyó sus poemas en las fábricas de los obreros del mundo y al compartir con ellos su arte hermanó a todos los hombres de la Tierra. Amó a su América, desde el norte hasta el sur y tuvo incontables amigos en todas las geografías posibles.
Hoy en día, sus poesías más vivas que nunca, sobrepasan todas las fronteras, se significan en todos los idiomas, estremecen las mentes y corazones de gentes de todas las edades. Considerando que “la poesía es una insurrección”, sus palabras, lanzas en ristre, se alzaron contra la injusticia; su esfuerzo no conoció descanso, su ánimo siempre estuvo presto para llevar su poesía a la calle, a todas las distancias, a todos los climas. Su palabra siempre estuvo presta a tocar todas las cosas, a tocar el pan, la cebolla, la felicidad, la esperanza, en una y mil odas posibles.
Ya iniciado el siglo XXI, la obra de Neruda cimenta la cultura latinoamericana y su legado es imborrable. Sus libros, su poesía plena es evidencia de que no sólo para nacer nació sino que el amor siempre le ha acompañado, por cuanto bien le valió haber vivido y haber cantado. A casi 38 años de su muerte, su “canto no termina...”
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