Una de las preguntas más comunes de los padres
primerizos o con niños pequeños es el inicio de la educación disciplinaria de
sus hijos. La mejor respuesta a esta
pregunta está relacionada con el concepto de disciplina y con los valores que
tengan los padres.
Para los psicólogos, la disciplina, en tanto educación
para la vida, debe comenzar desde muy temprano en la vida del niño o niña. Incluso antes del nacimiento los padres
pueden ir elaborando, entre sus sueños e ilusiones, los criterios
disciplinarios que desean aplicar.
Pueden comenzar reflexionando acerca de la educación disciplinaria que
ellos mismos recibieron de sus padres y extrayendo de esta experiencia algunas
ideas o reglas que puedan ser de utilidad.
Hay varias ventajas en establecer criterios
disciplinarios desde temprano, entre otras:
- El niño percibe las reglas y principios como parte de su vida cotidiana.
- No hay momentos difíciles o traumáticos puesto que no hay transición desde una situación de indisciplina a una de disciplina.
- Se estable un adecuado nivel de comunicación, pues la disciplina está basada en la palabra y su significado.
- Al interiorizarse esta disciplina se logra que funcione aún en ausencia de los padres.
El
niño asume de manera creciente control sobre sus comportamientos y la
satisfacción de sus necesidades, en un clima de seguridad y libertad. Sin embargo, cuando no sea posible comenzar desde el
nacimiento, se puede comenzar en cualquier momento. Esto requerirá hacer algunos ajustes en la
aplicación del programa, prepararse pacientemente para comenzar, analizar la
situación presente para reconocer luego los cambios y ser consistente en la
aplicación de los nuevos principios.
Incluso, con mucha paciencia, firmeza y respeto, se puede comenzar un
programa de disciplina hasta en la adolescencia. En todo caso, es una responsabilidad y un
compromiso de los padres y adultos responsables establecer la disciplina de los
niños y niñas no como un método de control de su conducta sino como proceso de
educación en la responsabilidad, el manejo de consecuencias y el autocontrol.
Lo que no debe ocurrir bajo ninguna circunstancia es
dejar de enseñarles criterios disciplinarios a los niños y niñas. De hecho, los niños tienen derecho a recibir
educación disciplinaria pues su carencia puede acarrearles problemas de
interacción social, puede impedirles desarrollar objetivos personal y
socialmente aceptables. Un niño carente
de disciplina tendrá dificultades con los otros niños en la escuela o la
comunidad, tendrá dificultades para tener amigos o se asociará con compañías
que no le ayudarán a crecer adecuadamente, en ocasiones se sentirá rechazado por
los demás, su estima personal se verá afectada y recibirá muchas notas
disciplinarias de sus maestros.
Esto
puede llevar al niño a un ciclo en el cual sienta que sólo es importante cuando
logra hacer sentir a los demás tan mal como él se siente y a problemas cada vez
mayores. Por el contrario, una educación
disciplinaria desde el principio, basada en criterios de efectividad,
comunicación y valores, le permitirá al niño desarrollar autonomía,
responsabilidad y un concepto apropiado de sí mismo.
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