Nelson Riquelme Pereira
Rodrigo González, funcionario
municipal, miro lo que había hecho, sonrió diciéndose a sí mismo que lo actuado
había valido la pena. No por lo que
ganaría en términos monetarios ni por lo que dirían las personas sino por la
satisfacción personal de haber hecho lo correcto, por la satisfacción de haber
sido solidario y de haber atendido la necesidad de los demás.
Rodrigo tuvo la oportunidad de irse,
de retirarse de la escena sin pena ni gloria, sin embargo, decidió quedarse, no
hasta el final de su horario de trabajo o hasta el límite de sus funciones o
deberes, sino hasta el final de la actividad, hasta completar el trabajo,
decidió caminar la milla extra.
El concepto de "caminar la milla extra" se remonta a Las Sagradas Escrituras, cuando Jesús, en el Sermón de Monte, aconsejo a sus discípulos "A
cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos” (Mateo
5:41, Versión Reina Valera 1995). Este
precepto de Jesús ha devenido en un consejo popular que dice "Si quieres experimentar las cosas buenas
de la vida: tienes que estar dispuesto a caminar la milla extra".
Caminar la milla extra implica una
actitud positiva y proactiva frente a las cosas que nos depara la vida, lo que
conlleva un cambio en la forma como enfrentamos nuestro trabajo y al esfuerzo
que ponemos en nuestras actividades diarias. Es decir, significa que debemos
poner todo nuestro empeño y dar lo mejor de nosotros mismos en cada cosa que
hacemos, sin contar las ganancias o los beneficios propios.
Hacer lo que nos corresponde o solo
nuestras funciones y deberes es solo caminar una milla, es lo que estamos
obligados a realizar. Hacer las cosas
más y mejor, dando más tiempo, esforzándonos más, con ánimo y alegría, superando
los estándares propios, para beneficio de las personas, de las comunidades y de
la organización a la que representamos es en sentido práctico caminar la milla
extra.
Quien decide caminar la milla extra
está ejerciendo un valor fundamental, su libertad, está eligiendo colaborar,
con el propósito de elevar su comportamiento y su espíritu sobre los egoísmos y
mezquindades de la vida de las personas comunes. Toma control de su propia conducta y decide
hacer lo correcto y más, porque desea contribuir, ser parte de la solución,
actuar con verdadero amor y fraterno al prójimo.
Las personas que caminan la milla
extra exhiben una fortaleza de carácter, demuestran un auténtico compromiso
social, expresan una capacidad para sobrepasar las expectativas, testimonian su
aprecio por las personas de su entorno, contribuyen al cambio de los paradigmas
sociales y por sus acciones solidarias siempre tienen “una sonrisa en el rostro
y una canción en el corazón.
Este escrito apareció en la REVISTA URBE de la Alcaldía de Panamá
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