miércoles, 25 de febrero de 2015

Como ayuda a las personas ser escuchados


 Mgter Nelson Riquelme Pereira
 

“Me estas estorbando” – me dijo la señora a quien le acaba de dar mi puesto en el Metrobus. “Jo, no te fijas” -continuo, tratando de empujarme para hacerme a un lado con un movimiento de hombros, mientras espetaba una palabra soez que parecía muy natural en su lenguaje. Fue como darle cuerda. Comenzó una letanía de insultos malamente disimulados que empezaban con la frase “La gente no...” y se refería al respeto, a la consideración, a la caballerosidad, a las calamidades. Tratando de contar su perorata, le ofrecí disculpas, a pesar de que pensaba que no había cometido más error que darle mi puesto.  

No sirvió para nada o tal vez si, porque cambio de tema. Su nuevo tema iba, más o menos, así: “La gente cree que pedir perdón es suficiente, m%&, eso no resuelve nada. Qué pasa con daño, qué pasa con el sufrimiento... pasando a relatar una anécdota a la cual, sin las apropiadas referencias, no halle ni pies ni cabezas. Sin embargo, que ella contara esta vivencia que tenía mucha frustración, enojo y odio mal digeridos, hizo que no dijera sus cuatro verdades, pues a partir de allí entendí que la señora no se estaba refiriendo a nuestro encuentro. Solo estaba usando ese episodio para desahogarse.
Aprovechando que la persona que estaba al lado de la señora se paró, me senté a su lado y en tono, que quería sonar amable, le pregunta si estaba bien. Otra vuelta de tuerca al tema. Contestó con un gesto de negación que acompañó con una mirada que le partiría en alma a cualquiera, y comenzó una letanía que hechos y tragedias personales, de infortunios y pesares, de soledades, hijos malagradecidos y abusos familiares.

Yo solo le escuché, escuché tratando de que la tristeza que irradiaba no me contagiara. Diciéndole en los momentos en que la voz se le cortaba, que ella me parecía muy fuerte. La escuché desde los Pueblos hasta la Vía España a la altura de los juzgados de familia, porque según me dijo estaba citada para un asunto que tenía que ver con sus nietos. Al prepararse para bajarse suspiró profundamente, me miro a los ojos por primera vez y me dio las gracias sin mayores explicaciones.  

Reflexioné también acerca de ¿cuantas veces resulta mejor no confrontar a las personas que aparentemente nos están atacando? Se necesitan, al menos, dos personas para una disputa o un mal entendido. Las personas no pueden discutir solas. A veces se requiere solo un evento desencadenante y un caldo de cultivo para provocar una tragedia y, por otro lado, contar con una persona dispuesta a escuchar atentamente, en lugar de dispuesta a agredir, puede obrar maravillas sobre nuestro estado de ánimo. 

Esta experiencia me dio cuerda para muchas más reflexiones. Pensé además en que este es parte del trabajo de sacerdotes, religiosas, pastores, psiquiatras y, sobre todo, psicólogos. Profesionales de las ciencias de la ayuda que se dedican a proveer servicios de atención educativa, psicológica y/o espiritual para prevenir y tratar el malestar o sufrimiento de las personas, ayudarles en su crecimiento personal y social de manera que puedan mantener su salud mental y social en óptimas condiciones. ¿Y a ti qué reflexiones te provoca?


Este articulo apareció en mi Facebook Nelson Eric Riquelme Pereira

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