Prof. Nelson Riquelme Pereira
Maestría en Orientación en Salud Mental
En el mes de enero, durante la celebración de la XI versión Panama Jazz Festival, Danilo Pérez, durante la Conferencia de Prensa, que abría el festival, relataba que “había pruebas científicas de que la música ayudaba al desarrollo del cerebro, afectando positivamente en la concentración, la memoria, la creatividad y en muchos otros aspectos del desarrollo humano”. Resaltó, además, “el poder que tiene la música para asistir a las necesidades físicas, psicológicas y sociales de las personas”…
Escuchando a Danilo, recordé que durante mi convalecencia de la isquemia cerebral que sufrí en el 2009, que me obligó a permanecer varios días en el hospital y a recibir terapia del lenguaje por varios meses, la música jugó un papel importante en mi ánimo y en la aparente recuperación impresionante que tuve. Recuerdo que a los seis días de la isquemia, luchando contra el desánimo, la desesperanza y la angustia, mi querida amiga y cuñada, Adaluna Cruz, que me visitaba puso en mis oídos unos audífonos permitiéndome escuchar unas canciones que, no solo conocía, sino que me gustaban.
En la nota de prensa de la charla “El poder de la Música como Terapia” ofrecida por Kathleen Howland, en el Centro de Convenciones de Ciudad del Saber, durante II Simposio Latinoamericano de Musicoterapia del Panama Jazz Festival, la autora, basada en la neurociencia, señala que la música permite ayudar a las personas a enfrentar cualquier tipo de enfermedad y contribuir a la recuperación de una vida normal.
De acuerdo a la investigadora Howland, la música tiene grandes ventajas para el desarrollo del cerebro y la mente. El cerebro tiene la capacidad de captar en ritmo de la música en niños que aún no caminan, en personas con padecimientos de los movimientos como Parkinson. El cerebro puede captar la melodía y tiene, en el lado derecho, los centros de percepción de la música, con lo cual puede elaborar una especie de lenguaje melódico que puede hacer posible que una persona incapaz de hablar pueda cantar frases o pensamientos, logrando comunicarse.
Además, según Howland incluso niños con discapacidades severas y profundas tienen preferencias musicales lo que, bien utilizadas, los ayudan a recibir tratamiento para su padecimiento. Esto también me recordó a Latisha, niña afronorteamericana, con una profunda parálisis cerebral, que sin hablar, ni entender el lenguaje, ciega, casi sorda, sin coordinación de movimientos, respondía a mi desafinado canto de “Ojala que llueva café en el campo” o “Todos vuelven”, canciones que le cantaba (o torturaba) en los momentos en que la alimentaba.
Por otra parte, en cuanto a la educación musical, existen evidencias de las ventajas que esta tiene en el desarrollo del cerebro, afectando positivamente aspectos como la atención, concentración, comunicación entre los hemisferios cerebrales y la creatividad; sobretodo, cuando se introduce antes de los 7 años o se utiliza como parte del tratamiento de personas con padecimientos profundos y severo.
En fin, la música es una maravilla, nos enriquece y ayuda a enfrentar las dificultades existenciales, su uso terapéutico está en pleno proceso de desarrollo y sus aplicaciones son prometedoras. La “música es un regalo para toda la vida”, yo lo recibí y mientras viva la música me acompañará a todas partes.
Este articulo apareció en el blog de mi amigo Magdiel Torres http://the-great-plan.blogspot.com/…/el-poder-de-la-musica.…
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