martes, 24 de febrero de 2015

La Amistad tambien es cosa de hombres

sábado 14 de enero de 2012 - 12:00 a.m.
Nelson Riquelme Pereira 
Psicólogo

Redacción digital
online@laestrella.com.pa

Willy, Edgardo Parker, murió en agosto de 1984, hace 28 años, era mi amigo, el primer y mejor amigo de esos años turbulentos que, con su ayuda, configuraron mi vocación personal, definieron mi personalidad y contribuyeron a la creación de mi futuro. Aún hoy, desde su ausencia forzada, sigue orientándome y señalando el camino, cada vez que recuerdo los planes y proyectos que trazamos en las tardes que, en torno a unas cuantas cervezas, destrozábamos y arreglábamos el mundo de acuerdo al papel que deseábamos jugar en él.
El recuerdo, siempre presente, de Willy me ha llevado a pensar en el significado de la amistad, sobre todo la amistad entre los hombres, la amistad entre los panameños, amistad de machos sin sentimentalismos baratos, sin expresiones de afecto. Porque entre los amigos no se requieren expresiones de afecto. Es más, se suele insultar, molestar, maltratar, hacer bromas pesadas a las personas a las que se considera amigos, en nombre de la amistad, sin que se sientan heridos o insultados.
A los extraños no se le hacen bromas, no se le dicen palabrotas ni son objeto de favores. Con los amigos se comparten experiencias, conocimientos e incluso medios económicos porque la amistad es un vínculo basado en la confianza mutua, no puede existir por separado, es dual, y tiene como objetivo ayudarse entre sí. La amistad nace libremente al compartir una zona común de intereses, afinidades y objetivos personales, no puede imponerse, programarse, no se basa en conveniencias individuales y requiere esfuerzo personal y disposición para mantenerse. Con los amigos se comparte desde el nacimiento de un hijo, la compra de una casa, un aumento salarial, un partido de fútbol o dominó, unas cervezas, una fiesta hasta una tragedia personal, un despido laboral o la muerte de un pariente. Se busca a los amigos cuando se requiere un consejo, se necesita una información, una ayuda o para compartir ideas o proyectos. Los verdaderos amigos no requieren estar cerca ni todo el tiempo presentes. Solo se necesita saber que están disponibles a un telefonazo, un correo o un aviso a distancia y estarán allí prestos a conversar o a ayudar.
Los valores humanos asociados a la amistad son la confidencialidad, la lealtad, la sinceridad, la reciprocidad, el respeto, la confianza, la comprensión, la generosidad, la incondicionalidad, la paciencia y el afecto mutuo. Los amigos verdaderos están en los buenos momentos y no fallan en los malos, sin egoísmos ni trampas.
La amistad se aprende en la infancia, hacia los tres años, hasta la vida adulta, cuando el niño comienza a compartir sus juegos, sus proyectos, sus problemas, sus inquietudes, sus fracasos y sus sueños. En la juventud la amistad juega un papel fundamental para el desarrollo psicológico y personal del joven-adolescente, ya que su medio social lo conforman personas de su edad con quienes comparte la mayor parte de su tiempo. Mientras que los niños que tienen amigos hablan más y establecen turnos para dirigir a otros y para seguirlos, alternando ambos comportamientos; los adolescentes encuentran en los apoyos de la amistad una gran liberación a su confusión mental y emocional, sintiendo la imperiosa necesidad de ‘aliarse’, de relacionarse con otras personas de su condición y edad.
En síntesis, como dice Eliezer Caro Martínez, ‘una de las más grandes satisfacciones que tiene el ser humano, es la seguridad de contar con grandes amigos‘, quienes, con el paso del tiempo, fortalecen su amistad y sin darse cuenta, la convivencia les trae aficiones, gustos e intereses en común, comparten preocupaciones, alegrías, triunfos y la seguridad de contar con un apoyo incondicional mutuo. Más aún, ‘los verdaderos amigos siempre se ayudarán mutuamente a superar y a vivir mejor, porque el interés está puesto en la persona, no en sus pertenencias, posición o lo divertido que pueda ser. La confianza, el consejo oportuno sobre las buenas costumbres, hábitos, diversiones o el orden de los afectos, constituyen muestras claras de aprecio, compromiso y responsabilidad’.
ORIENTADOR EN SALUD MENTAL

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