sábado 13 de agosto de 2011 - 12:00 a.m.
Nelson Riquelme Pereira
PSICÓLOGO
Redacción digital
online@laestrella.com.pa
Jorge P., un hombre de treinta y tantos años, está
pasando por serios problemas tras su reciente divorcio, se siente bastante
deprimido, desanimado y pesimista acerca de cómo enfrentar su vida de ahora en
adelante. Jorge se siente culpable y confuso acerca de su personalidad y de
cómo esta había afectado su relación. Tiene muchas cosas que arreglar: la
relación con sus pequeños hijos, las pensiones alimenticias de los niños, la
nueva relación con su ex esposa, la administración del dinero, de su tiempo, de
su vida, etc. Sus amigos, observando el estado de ánimo en que se encuentra
Jorge, le sugirieron que fuera a terapia psicológica. Interesado preguntó a un
psicólogo amigo que en ¿qué consistía la psicoterapia? Y ¿cómo podría él
beneficiarse de ella? Y esto fue lo que el psicólogo le contestó:
La psicoterapia es un proceso intenso e
interpersonal, por medio del cual un individuo recibe ayuda y asistencia al
dialogar y/o trabajar con una persona preparada. Generalmente implica ayudar
y/o asistir a personas normales a enfrentarse a situaciones y problemas
normales, a analizar y trabajar con situaciones y oportunidades propias de
diferentes niveles de desarrollo, auxiliar a personas con dificultades de
adaptación, personas que tienen dificultades en sus procesos de pensamiento,
emociones o conducta, dificultades generadas por su entorno social, por su
forma de vivir y sus particulares condiciones fisiológicas, neurofisiológicas o
psicológicas.
La psicoterapia parte del conocimiento que tiene el
sujeto de sí mismo y de sus posibilidades humanas, procurando apoyar a las
personas a lograr la integración plena de su personalidad, a desarrollar sus
habilidades, destrezas interpersonales, y a resolver sus conflictos
psicológicos, facilitando que pueda vivir como miembro activo y productivo de
la sociedad a la que pertenece, con bienestar y conciencia plena de su persona,
su entorno y de su papel en este.
Como proceso, la psicoterapia propone un
crecimiento personal a partir de una situación inicial de conflicto,
inconformidad o disfuncionalidad a una situación de dominio, funcionalidad e
integración personal de lo aprendido y de la toma de conciencia. Es por tanto,
una situación educativa o autoeducativa en un ambiente y condiciones especiales
y supone una relación privilegiada con un profesional de la salud mental basada
en la confianza, la empatía, la aceptación, el trabajo personal y la
confidencialidad.
La psicoterapia puede promover la toma de
decisiones y procesos electivos por parte de las personas o puede procurar la
promoción, recuperación o ajuste de la salud mental, la adaptación personal, el
bienestar y el crecimiento emocional. En el primer caso, se habla de
psicoterapia u orientación vocacional y profesional; en el segundo, se habla de
psicoterapia psicológica. Esta última puede ser individual, grupal, de pareja,
familiar, salud mental, etc. El tipo de psicoterapia se define en función de
los objetivos y los participantes adscritos al proceso.
En la psicoterapia, se exige al psicoterapeuta el
dominio y utilización de diversas técnicas y procedimientos para proveer la
ayuda y brindar la atención debida. En términos generales incluye: establecer
una relación de trabajo, animar, proveer información, interpretación de test
psicológicos y proyectivos, diagnosticar, escuchar, análisis de la conducta,
los pensamientos y los sentimientos expuestos, procurar la toma de conciencia,
ayudar en la toma de decisiones, asistir al individuo a resolver sus problemas,
aprendizaje, etc. De igual forma, la psicoterapia aplica los conceptos
relevantes de las diversas teorías psicológicas y puede identificarse con ellas
(psicoterapia analítica, rogeriana, adleriana, cognitiva, conductista, etc.).
En síntesis, tenemos que la psicoterapia procura
ayudar a las personas (clientes) a mantener transacciones de crecimiento
consigo mismos, con los demás y con su medio social; a cambiar aquellas
conductas que son autodestructivas o destructivas para otros; y, a adquirir
destrezas que capaciten a la persona para vivir más efectivamente. La terapia
psicológica puede atender problemas del sueño, problemas con el peso, abuso de
alcohol o tabaco, cansancio crónico, problemas médicos de larga duración, tener
poco dinero para final de mes, poco dinero para cubrir necesidades básicas,
exceso de deudas, gastos imprevistos, poco dinero para aficiones y tiempo
libre, trabajo monótono y aburrido, relaciones difíciles con el jefe o
superior, problemas de relación con los compañeros, temor a perder el trabajo,
mala relación con los vecinos, casa demasiado pequeña, malas condiciones de la
vivienda, casa demasiado apartada de trabajo o escuela.
Además, puede ayudar con problemas de timidez o
vergüenza con otras personas, tener pocas amistades, ser muy sensible a las
críticas de los demás, dificultad para llevar una conversación, tener poco
tiempo libre, disfrutar poco de las diversiones, poca habilidad para el
deporte, deseo de viajar, desacuerdos con la pareja, desacuerdos con otros
familiares, ruptura o separación matrimonial, problemas con los niños o la
escuela, dificultad para controlar la irritación, exceso de ansiedad o
nerviosismo, exceso de exigencia y perfeccionismo, sentimientos depresivos y
problemas con las relaciones interpersonales y sexuales.
En algún momento de la vida todos podemos necesitar
un poco de ayuda, porque tenemos que enfrentar alguna de las situaciones
descritas anteriormente y, por tanto, nos beneficiaríamos de exponer nuestras
preocupaciones y ansiedades ante un profesional que nos escuchará y que nos
atenderá sin juzgarnos, aceptándonos como personas falibles, poniéndose en
nuestro lugar, encontrando nuestro potencial de crecimiento y ayudándonos a
tomar conciencia plena de nuestra situación, guiándonos hacia el camino de la
solución más accesible o hacia la adaptación posible a nuestra condición o
circunstancia.
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